El Tiempo Es Vida

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Quiero contarte una historia relacionada con el tiempo que me contó una vez un gran sabio. Esta historia es la historia de cuánto tiempo estamos vivos realmente. ¿Cuánto tiempo crees que estarás vivo? La respuesta suele ser 80 años, 90 años, pero déjame contarte algo…

Érase una vez, un caminante que iba caminando todavía antes del alba por la noche. Antes de que saliera a la luz, sentía el prado verde debajo de sus plantas de los pies y cuando empezó a amanecer al alba vio al fondo una ladera, una gran llanura y unas piedras blancas que brillaban y destellaban con mucha fuerza. Cada piedra blanca era como un destello de sol, el sol reflejaba en ellas, y él, curioso dijo: “¿Qué serán esas piedras blancas que brillan tanto?” Y atraído por esa curiosidad decidió acercarse a ellas. 

Cuanto más se acercaba más brillaban las piedras blancas, y al acercarse lo suficiente se dio cuenta de que había cientos o miles de piedras a lo largo del prado verde. Estaban en el suelo y tenían una altura de 70 a 80 centímetros, y cuando se acercó más y más se dio cuenta de que esas piedras no eran piedras cualquiera: Eran lápidas, eran tumbas de personas que yacían enterradas allí debajo en esa llanura. 

Al darse cuenta de esto, exclamo sin lugar a dudas: “Esto es un cementerio…”, entonces se acercó a la primera piedra y vio que había un nombre escrito en ella, Álvaro García López, se acercó y vio 6 años 7 meses 8 días. Al ver esto pensó: “Que desgracia, murió siendo un niño…” y se fue tras otra lápida, Carmen Pérez Duarte, 4 años 5 meses 18 días. 

Siguió caminando y vio otra tumba con otro nombre escrito y otra edad, nueve años dos meses y dos días, otra tumba, 5 años 9 meses y 17 días, empezó a ver tumbas y más tumbas y se encontró con centenas de tumbas en las cuales nadie superaba los 9 años de edad. Todas eran tumbas de niños y él se aterrorizó y pensó: “¡Que desgracia habrá pasado aquí en esta aldea que todos murieron siendo niños! ¿Qué epidemia habrán vivido aquí?”, cuando de repente, logra ver a unos 50 metros de distancia a un viejo anciano sentado en uno de los lados de la pradera, como salvaguardando aquel lugar, era el guardia. 

Se acercó y le dijo: “¿Señor que ha pasado aquí? ¿Por qué todas estas tumbas son de niños?”. El anciano le sonrió y le dijo: “Hijo mío, no lo entiendes.”, a lo que él le respondió: “¡Claro que sí! Mira, todas estas tumbas son de personas menores de 9 años, todas son de niños que murieron, ¿Qué pasó?”, y el anciano nuevamente le dijo: “Hijo mío, no lo entiendo. 

«En esta vieja aldea tenemos una tradición del tiempo que estamos vivos. Cuando los niños nacen, sus padres apuntan en una libreta el tiempo que realmente los ven vivos, el tiempo que ven a su hijo jugar, divertirse, llorar mi alegría, llorar de emoción, el tiempo que ven a su niño viviendo un estado de sorpresa, de felicidad plena, el tiempo que ven que su hijo disfruta de verdad, apuntan ese tiempo. 

«Si estuvieron una hora jugando, media hora riendo, apuntan en ese tiempo en una libreta. Cuando los niños ya tienen uso de razón, les entregamos su libreta y ellos mismos son los que siguen apuntando el tiempo que realmente están vivos, cuando juegan, cuando se divierten, cuando llegan a la adolescencia, cuando llega la sorpresa de su primera bici, cuando llega la felicidad un cumpleaños, cuando llega la juventud, su primer beso: ¿Cuánto tiempo dura esa emoción?, cuando se enamoran: ¿Cuánto tiempo dura esa emoción?, cuándo se van a casar: ¿Cuánto tiempo dura esa emoción?, cuando tienen un hijo: ¿Cuánto tiempo están disfrutando y mirando su hijo como el mayor milagro de la naturaleza?. 

«Desde que son mayores ellos apuntan el tiempo que realmente están vivos al cien por cien. Hijo mío, cuando en esta aldea morimos, sumamos el tiempo que realmente estuvimos vivos y ese es el tiempo que apuntamos. En las lápidas estás viendo las vidas de gente muy anciana, gente que murió con 80, 90, 100 y 110 años, pero ese es el tiempo que estuvieron realmente vivos. Tres años, cuatro años, cinco años, seis años, así que no te preocupes porque aquí en esta aldea todos morimos de ancianos, de hecho, somos muy longevos. Solo tú que aún eres joven hijo, mío ocúpate de aprovechar tu vida, ocúpate de vivir tu vida al cien por cien, de apuntar cada día en tu libreta, de estar vivo.”

Y ahora yo te pregunto a ti, que acabas de leer esta historia: ¿Cuánto tiempo cada día vives de verdad? ¿Cuánto tiempo cada día disfrutas de verdad? ¿Cuánto tiempo cada día sientes pasión de verdad? ¿Cuánto tiempo cada día amas de verdad? ¿Cuánto dura la emoción de un abrazo, una mirada, una sonrisa, un beso, un te amo? ¿Cuánto tiempo estás feliz al cien por cien? Porque todo el resto del tiempo: Es tiempo perdido.

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